Post publicado en nuestro blog Navegando por Grecia.
Salimos de la marina «desolation» tal y como debían salir los esclavos escapados de las minas de Lavrio; corriendo. Ya era noche cerrada, pero noche rasa y serena, de cielos repletos de Oriones con sus perros y de Sirios ardientes, abrasadoras o más bien rabiosas; con pretensiones de querer ser como planetas.
El mar por la noche es oscuro y difuso; pero al mismo tiempo lleno de paradojas; sobre el negro espejo, cualquier luminosidad o blancura se transforma en un destello de luz, una extravagancia del círculo tenebroso. Ya sea la cresta de un ola, una gaviota planeando, un pesquero que se acerca; todo parece más grande y cercano. El mar por la noche es fabuloso, en todo el sentido literal de la palabra, es el gran generador de fabulas. Si me da a mí cuerda para escribir, podemos imaginar a los clásicos inventando cuentos y deidades de fuerzas sobrenaturales a las que hacer sacrificios para acallar su furia. Estos pueblos de navegantes, que dependían del mar para transportarse, para comerciar, para guerrear y defenderse, tuvieron que viajar por mares casi desconocidos para ellos, con naves inestables, arribando a tierras ignotas y perseguidos por tormentas y monstruos deformes que salían de esas profundas aguas negras. Los griegos forjaron leyendas maravillosas y terribles en relación con el mar; muchas de ellas eran, probablemente, pervivencias de tradiciones ancestrales; y muchos de esos lugares remotos donde fondeaban o se protegían, transformados en sagrados.
Así que… ¿Cómo os diría?… en este ambiente, en esta oscuridad, el templo, que apareció tras el cabo, como un fogonazo de luz sobre el Sagrado Sunio, se quedó solo, flotando sobre el oscuro cielo. Fue todo un regalo. Fue un privilegio. Nunca había visto el templo de Poseidón desde tantos ángulos diferentes sin una pamela tapándome la perspectiva o sin tener que andar con pasos de grulla para no salir en fotos ajenas. No había ningún ser humano allí arriba.
La posición de cabo Sunio; en la antigüedad utilizado como punto de vigilancia de las naves que se dirigían a Atenas; es totalmente singular. Es el punto a partir del cual, si lo traspasas en dirección hacia el este, el feroz Meltemi te azotará en la cara y te hará retroceder y si navegas hacia el oeste, te dice que lo peor ya ha pasado y que las iras están aplacadas. Hoy en día, todavía numerosos barcos se agrupan en verano esperando que calme la furia de Eólo; protegidos bajo el templo del ataque de Górgonas y Quimeras.
Y le respondió Néstor….
….Y el Atreida y yo, navegando, veníamos de Troya, guardándonos mutua amistad, cuando al llegar a Sunio, sagrado promontorio de los atenienses, Foibos Apolo mató instantáneamente con sus dulces flechas al piloto de Menelao, Frontis Onetorida, que en aquel momento manejaba el gobernalle, pues no le había más dispuesto entre los hombres, para guiar una embarcación en medio de las furiosas tempestades. Y Menelao, aunque tenía un gran empeño en no interrumpir su viaje, se detuvo en la ciudad para enterrar a su compañero y dedicarle funerales.
La Odisea (Canto III)
En semejantes condiciones, igual alguien puede, a mí me es imposible, no oír voces. Las voces de Ulises y Néstor, los golpes de Poseidón con su tridente, el zumbido de Egeo al saltar al abismo, el desconsuelo de Teseo con sus negras velas o hasta el raspar del desatinado Lord Byron grabando su nombre en sus columnas. En estas aguas nunca se sabe si velas o duermes. En estas aguas, aunque las coordenadas se emperren, no se navega siempre por los mismos sitios.
Con esta ilusión me fui a dormir, para dar comienzo a la rutina del transporte, uno duerme el otro vigila, uno se levanta pronto y otro se acuesta tarde; parar lo mínimo imprescindible para llegar cuanto antes. Mucho frio y poco descanso; pero a veces te obsequia con momentos como este, porque ¿Qué hace una persona en Febrero y por la noche, delante de cabo Sunio? Muy simple: o vuelve de Troya o está trasladando un barco.