Post publicado en nuestro blog Navegando por Grecia.
Si un día se abriera el cielo, acompañado de los aullidos del viento y de la desaparición del sol; si sobre el mar, acelerando por la gravedad, se precipitara una isla siniestra de grandes proporciones; el estruendo con el impacto sería atronador. Se destrozaría en su caída, lanzando esquirlas por todos lados; despedazándose. El maremoto resultante se encargaría de entrechocar los pedazos que se romperían en trozos más pequeños. Se formaría un universo fractal; un mundo de archipiélagos dentro de archipiélagos, dentro de archipiélagos. Estaríamos creando el Dodecaneso; que vulgarmente quiere decir doce islas. En realidad son miles.
Solo algunas tienen linaje como para salir en las guías, pero están rotas en pedazos; una corte de islas menores, islotes, bajíos y farallones, las acompañan para formar bahías, calas y estrechos. Incluso el navegante más sosegado podría perder la cabeza al estudiar la carta. Necesitaría una vida para verlas todas.
Tonta, larga y tediosa, sería la labor de describir todas las que visitamos, que no son muchas; y dejaría una crónica aburrida, llena de lugares comunes; hermosos, coquetos, azules, cristalinos, de aguas turquesas… Marcos incomparables. Yo si he de hablar de alguna lo haré de aquellas que me susurraron una historia, una anécdota; de las islas cuentacuentos.
Agatonisi fue en su día, como todas estas islas, un nido de piratas. Pero alguno tonto habría; o desesperado; que decidió secuestrar a Julio Cesar y llevárselo a la cercana isla de Farmakonisi para pedir un rescate. Cuentan que el soberbio Cesar ordenó pagar el doble de la cantidad requerida; él valía mucho más.
Todavía puedo imaginar las carcajadas de los brutales corsarios al ver zarpar las galeras de romano estandarte con el liberado rehén; las risotadas al repartirse el botín. Pobres idiotas. Las flota romana volvió al cabo de un tiempo, recrecida, con Julio Cesar al mando. Los aniquiló; los crucificó. Dejaron los vencedores, como siempre, una ciudad fundada ex profeso para celebrar la victoria. Todavía se pueden ver restos en la isla.
Hoy, en Agatonisi, también aparecen otros visitantes. El drama de esta isla pocos lo conocen. Con apenas cien habitantes, esta pequeña comunidad recibe al año decenas de miles de inmigrantes ilegales, animados por las mafias y por las escasas diez millas que les separan de la frontera turca.
– Llegan constantemente y nos hacen destrozos considerables.- Nos contaba un tendero- Ayer mismo, una patera repleta. Se los llevaron a Samos.
Imagino la desesperanza de esta gente cuando arriban a esta pequeña tierra de pocas casas y apenas arboles ¿Cómo imaginarán pasar desapercibidos?
El Gobierno griego impotente para hacer frente a la riada migratoria, pidió a la Unión Europea el envío de contingentes de gendarmería que colaboraran para impedir el tráfico clandestino. Por eso, desde hace tiempo hay una patrullera Letona afincada en el puerto.
– No me gusta que estén ahí. Vigilan la costa, pero también nos espían a nosotros – Continuó el tendero – Pero ¿Qué hacemos?
Es triste, pero las puertas de las casas están cerradas en Agatonisi a diferencia de otras islas griegas.
Pero si hay quien desespera, también los hay que esperan aquí.
La consulta del dentista. Pero estos lo hacen
dulcemente, en la playa, en los bancos, al borde del mar.
– Espérese un poquito aquí a que le haga efecto
la anestesia y en seguida le atendemos.
Tu puedes entonces extasiarte mirando al
infinito o matar el tiempo pescando.
Todo para aguardar a que empasten tus muelas.