Nunca he comprendido la obsesión que muchos navegantes tienen por abarloar sus barcos a los muelles, cuando de estancias prolongadas se trata, pudiendo optar por un atraque en punta con ancla y largos a tierra. La explicación que suelen dar es a veces sorprendente, sobre todo cuando se argumentan razones de seguridad y protección del barco.
Dando por hecho que cualquier barco de crucero, digno de ser considerado como tal, debiera llevar un sistema de fondeo fiable (buena ancla, buen molinete y suficiente cadena) dicho argumento es, la mayoría de las veces, dificilmente sostenible.
Un barco abarloado es por definición un barco que expone uno de sus costados a la acción agresiva de un muelle. Lógicamente interponemos defensas, pero estas, cuando hacen su trabajo, actuan sobre la pintura o el gelcoat del casco ensuciandolo y desgastandolo. Un barco abarloado no es la mayoría de las veces un barco más seguro, es un barco que sufre más y a la larga se deteriora más.
Hay muchas historias de barcos seriamente dañados por haber sido abarloados en puertos expuestos a resacas, a la estela de otros barcos o a violentos vientos que los aconcharon al muelle.
Un consejo, pues, para aquellos que navegueis por zonas con poca presencia de marinas deportivas como Grecia: Usad vuestras anclas y evitad abarloaros siempre que podais: liberareis espacio en los muelles para otros navegantes y a la larga, además, vuestro barco os lo agradecerá.
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enero 30, 2012
enero 30, 2012